Recuerda lo que se siente... en sus calles de aspecto medieval, en sus terrazas siempre llenas de visitantes disfrutando de la mejor gastronomía, en sus rincones y en sus plazas, como la Plaça des Born, de estilo gótico y por donde discurre la vida social de Ciutadella de Menorca.
Recuerda lo que se siente... en sus calas: Cala Turqueta, Cala Macarella, Cala Morella, Cala Galdana, Cala Pregonda o Cala Mitjana, de aguas turquesa y cristalinas, donde sumergirse bajo el cielo azul con la mejor compañía, a la brisa del Mediterráneo puro.
Recuerda lo que se siente... en sus veranos de fiestas de antaño y sin fin, desde Sant Joan a Sant Martí en Es Mercadal, Sant Antoni en Fornells o Sant Jaume en Castells, Sant Cristòfol, Sant Gaietà, Sant Llorenç, Sant Climent, Sant Bartomeu, a la Mare de Déu de Gràcia en Mahón. ¿Quién da más?
Recuerda lo que se siente... en sus terrazas compartiendo el pan y disfrutando de una gastronomía artesana y de huerto propio, con su famosa caldereta de langosta, su oliaigua payesa o su arroz de la tierra, que en realidad no contiene arroz sino que es a base de trigo roto en mortero de piedra.
Recuerda lo que se siente... en cada rincón de sus pueblos de encanto especial, como Binibeca, de cuidada arquitectura de un blanco inmaculado, que evoca las aldeas pesqueras de antaño, y que ha servido de inspiración a artistas e intelectuales, por su paz y su silencio.
Recuerda lo que se siente... en cualquiera de sus 75 playas, 24 de las cuales se consideran vírgenes, como no podía ser de otra forma en la mayor Reserva de la Biosfera del Mediterráneo. Porque Menorca es Mediterráneo puro, la sencillez de lo natural.
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